jueves, 11 de abril de 2013

El día en que os marchéis

El día en que os marchéis, lamentaré no haberme manchado más, haberme pintado la cara tan pocas veces, no haber aguantado más tiempo tirado en la hierba, haber arriesgado tan poco, ya veis, no habérmela jugado más por el desfiladero de vuestros silencios y la tirolina de vuestros ruidos.

El día en que os marchéis, añoraré el desorden de esta nada y este todo tirado por el suelo, las zapatillas puestas del revés y vuestro escrache madrugador y a pie de cama, las gominolas de tiburones y los abordajes de bucanero en la cubierta del sofá.

El día en que os marchéis, habrá cosas que no vuelvan, lo sé. Y haré inventario de todas aquellas cosquillas que no hice: las cosquillas de antes de acostarnos y las de recién levantados, las que curaban como un Dalsy de dedos y las que cicatrizaban la niebla y la angustia. Las que habrían hecho que el mundo se partiera.

El día en que hayáis crecido y os marchéis y cerréis la puerta y quede el felpudo haciendo burla en la entrada, vendrá todo el tiempo libre del mundo como una broma. Y entonces ya nunca nadie dirá: "Papá, ¿juegas conmigo?".

(...)

Todo está en el épico 'Pulgarcito'. En la lisérgica 'Caperucita Roja'. En el tramposo de 'Pinocho'. O en el propio Wilde, que tuvo dos hijos y poco tiempo para andarles con cuentos. "Los niños comienzan amando a los padres", decía, "cuando ya han crecido, los juzgan; y algunas veces hasta los perdonan".

Andamos por aquí toda una cuerda de padres arrastrando las cadenas con sentimiento de culpabilidad. Porque cuando no son los deberes que tienen ellos, son los deberes que nos ponen a nosotros. Perdiendo el tiempo con un calendario infantil que hemos convertido en cuartel y en cuenta de resultados. Perdiendo los días en imponerles la paz en constante pie de guerra. Perdiéndonos/perdiéndolos idiotizados por el mañana cuando lo que tenemos delante es el hoy.

A todo esto se nos van. Y a lo peor, cuando lleguemos, ya no están. O están lejos, que es otra forma de ausencia.

Al tiempo: el día en que se marchen, lamentaremos haber arriesgado tan poco.

(...)

Este domingo quedamos en la calle, chicos. Me pido ponerme de portero, hacer el payaso como en las fotos del primer álbum, no discutir por lo importante, sino por tonterías; apurar este trago ávidamente, mandar el móvil de una patada hasta la Osa Mayor, y no tener prisa por dormir si es que hay amaneceres menores.

Ya tenemos una edad.

Vosotros.

Yo.

Todos los lunes me digo que empezaré este sábado.

Espero que no sea demasiado tarde.

Autor: Pedro Simón

Pedro Simón

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